A veces me adentro en el Domum Tuam

Hace poco, mi IMC (índice de masa corporal) rozaba el tope máximo de sobrepeso. Por suerte, un amigo me empezó a hablar de las bondades de realizar ejercicio físico, de que empezara con cinco minutos a la semana, luego 10… que hiciera footing en el Paseo Marítimo de Málaga… y me situó como ejemplo a él mismo (corre maratones y todo). Pues me puse manos a la obra, minuto a minuto, zancada a zancada… y aquí estamos, he conseguido lo casi imposible para mí: 60 minutos dos veces a la semana y he reducido cinco kilos. Pero lo más importante: me siento fenomenal, física y emocionalmente. Te describo una hora cualquiera de ejercicio físico de una semana cualquiera. 

Empiezo el trote con dos minutos y medio de Toque de Campanas del Real Monasterio de San Pelayo (CD de las Madres Benedictinas, uno de los ambientes ideales para prepararse a la meditación), luego aumento la marcha (mi velocidad es muy reducida, no llega todavía a 5 kilómetros por hora) con el canto de entrada (Introitos ad te levavi). Llega el villancico benedictino Puer Natur in Betheleem, que me reboza el gozo con un flash de mi familia y de mis amigos; pero la mente, difícil de domar en algunos casos, me traslada, de golpe, a la situación de Oriente Próximo, con Irán, Irak, Palestina, Líbano, Israel… generándome un momento de angustia que no puedo explicar (Introitos Exsurge). 

¿Cuál es la solución? ¿o sincrónicas enmiendas, discordantes en algunos casos, simples en otros? Las Lamentaciones de Jeremías echan más leña a esa ansiedad con varios pensamientos, sobre los inmigrantes, imágenes apretadas que cruzan en pateras, furtivas y precipitadamente, por el mar de mi cerebro ¿Qué hacer? Por fin entra el Graduale y la Antífona Alleluia, ¿positivismo, quizás?  No lo sé, el caso es que tengo que animarme de alguna forma: ¿estas contradicciones son forzados ingredientes de la vergüenza humana?, ¿enviar mantas a Caritas de Canarias?, ¿escribir en este blog acerca de esa degradación o deshonra de la Sociedad?, ¿como el Todo es la eternidad, lo que les está aconteciendo debe ser efímero?... 

Echo un vistazo al reloj y ya llevo veinticinco minutos corriendo: Ánimo. El Himno de Vísperas de la Ascensión me invita a reflexionar sobre lo que dice Madre Teresa de Calcuta (mi aspiración íntima), unas veces lo consigo y la mayoría no; tengo que aplicarme más. Con la Secuencia Veni, Santec Spiritus entro en una nueva órbita de meditación, somos un renovado sueño de ilusión, y tengo la certeza de que he sobrepasado ya la media hora de carrera. Oyendo el Graduale Dirigatur maniobro hacia el Puerto de Málaga y suplico a mi esencia una actitud más sensible hacia todo. Ahora paso a cavilar sobre la semana que termina, rumiando lo profesional, lo personal, lo físico, lo emocional y lo espiritual (Antiphonae. Salve Regina). 

Estos días no han sido ni fáciles ni difíciles, han dependido de la habilidad de los que me rodean y de la destreza de mi espíritu; lloro ¿o son secreciones de los ojos motivadas por el frío húmedo de la mañana? pero, de lance en lance, con una gran zancada, me impulso con renovada confianza. Este entusiasmo va creciendo conforme el examen semanal se hace más objetivo, ayudando a todo ello los cortes Offertorium Ave María, Alleluia Tota Pulcra y el Hymnus Ave Maris Stella. Advierto el reloj y ya llevo 45 minutos. 

Procuro memorizar la crítica que extraigo de la deliberación anterior y emprendo un vuelo imaginario, marchando y elevándome delante de mí mismo (me entrego al soplo del puerto), sobre la prolongación del Paseo Marítimo, luego por toda Málaga, surco los cielos imaginarios de forma serena pero suplicante, al tiempo que planifico lo profesional, lo físico, lo emocional y lo espiritual de la semana que viene: tengo que llamar a José, comer menos en la cena, reír, reír, sentir a mi familia, la cita con Domingo el domingo, escuchar mejor, finalizar la redacción de la ampliación del texto técnico sobre las NIIF, buscar nuevo trabajo conforme a mi visión profesional futura… 

Kyrie (Pater Cuncta), Gloria, Sanctus y Agnus Dei me generan el marco musical adecuado y las primeras luces naturales del día me envuelven tímidamente. Hymnus Angulares Fundamemtum, melodía sencilla y llena de dulzura, con sus cadencias (balanceo muy marcado que animan a mis cansadas piernas) me propician un clima de paz interior y felicidad: merece la pena seguir caminando en esta vida. La Antiphonae del track 21 me sitúa en actitud de última e íntima rogativa a mí mismo. Observo el cronómetro y ha pasado un minuto de la hora de footing programada. Finalizo la meditación y el ejercicio físico. 

A veces, cuando me siento con fuerzas, me adentro en el Domum Tuam o la bella Zachaée, cavilando, por ejemplo, en la importancia de la lectura y de los pequeños detalles.  Imagen incorporada con posterioridad; fuente: archivo propio.